Benelli 500 Corsa: Una MotoGP del 70, Tributo a Pasolini - Una Caída Masiva
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Renzo entró en ella allanando el pecho sobre el depósito y escondiendo su casco Cromwell tras la cúpula del carenado; sacó la pierna, con ese efecto funámbulo del motorista para cuadrar su HD en la trazada y se dejó llevar por el frenesí de aquella primera vuelta, por una fuerza diabólica que buscaba la velocidad máxima, por un deseo ambicioso que se traducía en una voraz obsesión por el triunfo. Prácticamente antes de que las manos de Renzo percibieran en el manillar la falta de apoyo, hasta sus sentidos llegó el vacío de una caída que hoy día provoca el pánico tan sólo con imaginarla, una caída que da miedo tan sólo antes de sentarse a describirla. Renzo Pasolini dejó allí su vida, de forma instantánea, aquella negra mañana del 20 de Mayo de 1.973 en el circuito de Monza.
La versión inicial dice que había aceite en la curva, derramada, al parecer, precisamente por la Benelli 350 de Walter Villa en la carrera anterior; de hecho se produjo un altercado en la misma curva, antes de que se diera la salida al cuarto de litro, entre periodistas y comisarios que requirió la intervención de los carabinieri. Finalmente, una investigación de la Procura de Della Repubblica de Monza reveló que la Harley Davidson de Renzo Pasolini gripó en el paso por el curvone, en plena inclinada, llevándole irremisiblemente al suelo. Saarinen, absolutamente ciego, obsesionado con su punto de mira puesto, como el de un caza, en el colín del italiano, no pudo evitar el choque. El gran Jarno Saarinen cayó detrás de Renzo, y aquel Finlandés Volador, por desgracia para el motociclismo, también nos dejó allí para siempre. Las motos de los dos primeros chocaron contra las protecciones de entonces y volvieron a la pista impulsada por un efecto de rebote y provocando una de las caídas más masivas que se recuerdan en la historia de las carreras. Entre aquellos pilotos que también cayeron en aquella mañana maldita sobre el Curvone de Monza, estaba incluso nuestro añorado Víctor Palomo.
La gran dama del medio litro quedó en su box, absolutamente sobrecogida, después de escuchar la desgarradora narración del speaker propagada por aquella trompeta gigante aferrada a la pared. La imponente Benelli 500 Corse, verde y plata, con los cuatro pistones mudos en su seno, quedó desolada esperando para siempre una carrera que nunca llegó.