KTM Freeride Eléctrica - Es Real y de Serie
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Enduro de Ciencia Ficción
Vestido ya de romano, consulté el reloj con un guiño de la mirada. Marcaba las ocho. Las ocho de la mañana en plena montaña de El Tirol. Aún tuve un par de minutos para asomarme en solitario al umbral del hotel y contemplar la instantánea del National Geographic que se extendía a lo largo, a lo ancho y sobre todo a lo alto del frente que se levantaba ante mí. Pero antes de eso, con la primera inspiración en el exterior, me sentí invadido por un placer inesperado. Sí, durante un minuto, me dejé inundar por tres bocanadas de la atmósfera que tradicionalmente ha representado el paradigma del aire más puro del planeta. Aquellas tres bocanadas me sentaron como si las hubiera tomado de una nube opiácea, insuflando en mi ánimo unos deseos irrefrenables de lanzarme a la montaña para disfrutar del deporte de la moto más puro y elemental que existe. Porque, ¿hay una fórmula de la moto más esencial que el enduro, en la que el motorista se lanza a la aventura de sortear todos los obstáculos y barreras que la Naturaleza va colocando a su paso hasta llegar a su destino?
Deslicé la mirada por el panorama que se levantaba ante mí para mostrarme el aspecto más cromático de la montaña. Un verde…, el mismo verde que envolvía mi caja de pinturas Alpino, tapizaba todo el desnivel, tomando el brillo tenue del sol oblicuo para cubrir toda cicatriz de la ladera. Las casitas de tejado negro a dos aguas, que parecen tomadas de un concurso de maquetas, se aposentan, aquí y allá, sobre el manto de hierba como si siempre hubieran estado ahí, como si formaran parte del pasado prehistórico del entorno y como si al hacerlas desaparecer, aquellas montañas perdiesen un buen trozo de su identidad.
Tomé otra bocanada de aire, ésta más profunda que las anteriores, y, ebrio de oxígeno, me dispuse a vivir una intensa mañana de enduro, en un escenario de ensueño, con una moto que ha venido desde la ciencia ficción para convertirse hoy en una rotunda realidad.
Me uní al grupo para aparecer con él en la trastienda del hotel. Allí, nuestras Freerides E nos esperaban en austriaca formación; y aunque la tarde anterior ya había observado con detenimiento la unidad que habían expuesto, presidiendo de una forma espectacular, delante de una cascada, el vestíbulo del hotel, no resultaba lo mismo verla sobre aquel pedestal por la tarde que tomarla en tu mano al día siguiente: Por la mañana la sientes más real, terminas de creerte que existe, que es una moto de verdad y no la maqueta de una concept bike.
Veamos pues cómo es y cómo se comporta esta KTM eléctrica de enduro.