21 Gata Loops: Cómo el destino me unió a una Royal Enfield en la India.
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Enkarrujo es un gran amigo nuestro, un grasiento itinerante adicto a consumir vivencias a lo largo y ancho del planeta. En un viaje sin plan por el norte de la India, en el instante de tomar decisiones la moto le eligió a él, una Royal Enfield. Haz tuyo su viaje a través de sus palabras y el objetivo de su cámara. (Sigue Leyendo).
Leh (3500 m), situada en la región habitada más alta del planeta, fue la capital del Reino Himalayo de Ladakh cuyo significado en lengua tibetana es “La tierra de los altos pasos”.
Pueblo hermano al tibetano que ahora, por caprichos de la historia, pertenece a India, tierras donde las jóvenes fronteras definidas por las actuales potencias militares en la zona, India, Pakistán y China son cuestionadas por sus habitantes.
Las cordilleras del Karakorum y el Himalaya se han encargado de mantener aislada esta región y sus habitantes del resto del mundo.
Leh ha sido históricamente el punto donde convergían las rutas comerciales que unían el valle del Indo con la meseta del Tíbet, Kashmir con China y por donde se transportaba sal, sedas, lanas cashmere, grano y charas, el famoso cannabis local.
La carretera Leh - Manali, o la Leh - Manali Highway como se la conoce mundialmente, es una de las carreteras mas peligrosas y a la vez mas bonitas del mundo. Abierta solamente entre dos y tres meses al año cuando el crudo invierno lo permite, conecta ambas ciudades en los estados indios de Jammu&Kasmir e Himachal Pradesh respectivamente, en pleno Himalaya indio.
Los 475 kilómetros que separan Leh de Manali conforman una cicatriz que atraviesa valles, laderas, ríos, pedregosas planicies frías y polvorientas que se asemejan a un paisaje lunar por su aridez. Cuenta en su recorrido con 5 pasos de alta montaña que van desde los 4000 a los 5500 metros de altitud, pasos en los que el apresurado viajero se las verá con el famoso mal de altura si hace este trayecto con una aclimatación casi nula en un corto periodo de tiempo.
Tramos asfaltados, los menos, tramos en proceso de asfaltado, a mano, con técnicas propias de los años 50 en España, otros muchos sin asfaltar, consistentes en pedregales que, día a día, se van haciendo impracticables debido al transitar de todo tipo de camiones y demás vehículos pesados que ejercen junto con las correntías de las aguas del deshielo su labor de destrozar hasta las rocas mas pintadas.
En ocasiones se estrecha tanto que dos vehículos no pueden transitar a la vez en direcciones opuestas, obligando a los conductores de los rudos TATA a maniobras realmente difíciles para salvar estas situaciones tan comprometidas para ellos, pero no para una Royal Enfield.
¡Esto es el Himalaya! en sánscrito (unas de las lenguas sagradas de la India), “La morada de las nieves perpetuas”.
Ante este panorama que os describo me encontré... en Manali... He de confesar que durante mi viaje a una India sucia y con tantas desigualdades sociales, pocas cosas me hicieron volver la vista atrás, solamente el indescriptible Taj Mahal y el maravilloso e inconfundible sonido de las Enfield. En Manali hay multitud de talleres donde se pueden alquilar las antaño sello indiscutible del Reino Unido y ahora reinas de la India. ¿Como dejar pasar la oportunidad de probar y sentir tanta naturaleza y tanta historia? Así que decidí pasar los próximos días a lomos de una Royal Enfield Classic 500 de carburación a la que bauticé como "la Punky" por motivos que no vienen al caso.
Mi idea era hacer una ruta de ida y vuelta de varios días a través de esta maravillosa carretera, pero la escasa preparación de la aventura, el hecho de ir solo, así como, los consejos de todos los locales a los que pregunté, me hicieron, muy a mi pesar, desistir en la idea de aventurarme solo, sin apoyo y sin repuestos en una ruta altamente exigente para el piloto y sobre todo para una máquina que no es famosa por su fiabilidad precisamente y es que estas motos "made in India" que han pasado de mano en mano suelen estar bastante cascadas. Recordé entonces lo que me dijo un amigo en tierras de Malí -soldado que se retira vale para otra batalla- así que, me replanteo el viaje y me conformo con subir a Rothang Pass (3978 m), el primero de los puertos de alta montaña que me encontraría en dirección Leh y hasta donde tendría garantizado el regreso sin problemas en caso de fallo mecánico, dejando así la puerta abierta a lo desconocido para una próxima visita bien planificada, y poder realizar la ruta completa entre Manali y Leh.
El día amanece distinto a los anteriores, una claridad absoluta deja ver, desde el fondo del valle, Rothang Pass. La climatología parece que será propicia y acompañará sin demasiado frío y con una visibilidad que me permitirá disfrutar de las impresionantes vistas tanto a la ida como a la vuelta, si bien en alta montaña nunca hay que fiarse porque los cambios son bruscos y sin aviso previo.
Salgo temprano, con chaqueta y casco alquilados y con la antigua pero preciosa Classic 500 con su depósito cromado y ese asiento de muelles al que no tardé en acostumbrarme. Los primeros kilómetros son llanos, rectos, sobre una buena carretera asfaltada y con algo de tráfico, tengo que adecuarme a la conducción por la izquierda y aprovecho para ir conociendo a mi compañera poco a poco, pruebo posturas, frenos, embrague, cambios, me hago con el peso, con sus inercias pero lo que de verdad me enamora y me hace disfrutar es su fantástico sonido.
A mi izquierda, en paralelo, discurre un afluente del gran Indo, el río Beas, pequeño pero importante en la historia ya que allá por el año 326 a.c. marcaría la frontera oriental en las conquistas de Alejandro Magno al amotinarse sus hombres negándose a ir más a oriente.
En la localidad de Palchan, la ruta deja atrás al río y comienza de forma brusca a mirar arriba, apenas he tenido tiempo de hacerme a la Enfield y la ruta empieza a exigirme, el estado del asfalto empeora a medida que subimos, aparecen curvas muy estrechas que requieren trazadas estudiadas y bien medidas porque las opciones que se me presentan son invadir el sentido opuesto en las curvas a derechas o precipitarme al vació en las de izquierda.
Poco a poco, curva a curva, frenada tras frenada, susto a susto, la Enfield y yo nos fundimos en uno y empiezo a relajarme, a sentir y disfrutar de verdad la conducción y el paisaje.
De vez en cuando una sonora pitada me devuelve a la realidad y es que es tan fácil abstraerse y sin darte cuenta, casi por inercia, la Enfield y yo nos vamos al carril derecho de la calzada porque de dónde yo vengo no hemos estado nunca bajo influencia del imperio británico y ese es mi sentido "natural" de conducción. A todo esto sumemos que el ganado no tiene otra vía alternativa para desplazarse que la estrecha carretera; todos compartimos la misma arteria que cruza el Himalaya, grandes rebaños de cebúes (que son esa especie de vacas con joroba), cabras cachemira, sí, sí, os suena ¿verdad? de este animal se extrae la famosa lana, la mayoría de las veces en condiciones lamentables, a cada cabra le extraen unos 200 gramos de un finísimo pelo por el que no pagan al pastor mas de 6€ y con el que harán bufandas pashminas que se venderán en tiendas de lujo por mas de 1500€.
Devoro kilómetros a la vez que metros de altitud, mis únicos compañeros de camino son el olor a gasolina mal quemada por un viejo y desajustado carburador, los distintos ganados y los omnipresentes TATA, famosísima marca de camiones y buses india que transporta a todo y a todos tal y como indican en sus coloridas serigrafías “Transport all goods and things”, con los que tienes que intentar pelearte por un hueco en la calzada, aunque esta lucha siempre la tengo perdida por aquella regla no escrita que rige en estos países...Me refiero a la preferencia de peso.
Conforme se asciende, la frondosa arboleda de cedros y los verdes valles van dando paso de forma abrupta a los pedregales y a la vegetación baja de montaña; a partir de los 3000 metros, la vida parece ir terminándose a medida que nos adentramos más en este Himalaya misterioso. La montaña se vuelve desértica, desaparece la vegetación y el paisaje nos presenta toda su crudeza. El firme va empeorando, desaparece el asfalto y una muy bacheada carretera hace que las marchas de la tan tocada caja de cambios de la Enfield salten constantemente con el consiguiente acelerón en vacío.
El único colorido lo ofrecen las banderas de oración tibetanas, omnipresentes en los paisajes de estas tierras donde viven multitud de colonias de exiliados tibetanos que encontraron aquí refugio tras la ocupación del Tíbet por parte del ejercito Chino de Mao Tse Tung en la pasada década de los 50, tanto es así, que a no muchos kilómetros de aquí, en la pequeña localidad de Mc Leod Ganj tiene su sede oficial el gobierno del Tíbet en el exilio, lugar donde tiene su actual residencia el Dalai Lama, líder espiritual y político del pueblo tibetano.
Llegar al Rothang Pass es encontrarte en un bullicioso, ambientado, árido y frío páramo entre altas cimas. Punto de encuentro de comerciantes, turistas, viajeros, vendedores, mecánicos, transportistas, pastores... Las vistas son indescriptibles. La retina renuncia al esfuerzo de abarcar tanta enormidad, me doy cuenta de lo torpe que estoy siendo al intentar acotar con palabras este paisaje tan imposible, tan alto y tan lejos, tan mas allá de todo lo que hasta ahora había conocido en este mundo.
Cuando llego al final y miro, parece imposible que haya nada más detrás de esas montañas y moles rocosas, pero no, porque detrás de lo que veo está el Khardung La Pass (5602 m) que según los locales es el paso mas alto del mundo para vehículos a motor, y más allá el famoso “ 21 Gata Loops” un sinuoso y complicado trazado donde la carretera describe 21 cerradísimas horquillas que en apenas 7 kilómetros que te elevan desde los 4201m al Nakeela Pass (4667m) el tercer paso mas alto de la ruta, salvando un desnivel de casi 500 metros y más allá aún donde la falta de oxígeno dificulta el respirar a las personas, a los animales, y hasta a las plantas, debe estar el último rincón de la India,¡Ladakh!
¡¡En esta ocasión no fue posible pero pronto te veré!!
Enkarrujo.