Estuvimos en el Wheels and Waves 2017
Wheels and Waves- Un año más, y van tres seguidos, El 7 Grasiento fue a uno de los eventos más fetiche del panorama de la Kustom Kulture, básicamente para los componentes de la redacción se trata de una auténtica fiesta, días en los que el propio viaje a Biarritz ya es un motivo de disfrute, hacer kilómetros en moto con amigos es uno de los mayores placeres que un grasiento puede paladear. (Sigue Leyendo)
El evento crece y lo hace con ganas, tengo que confesar que con el temor por mi parte de que pueda morir de éxito, pero hasta ahora no hemos sufrido decepción, para nosotros el espíritu se mantiene, el ambiente es el mismo que hemos encontrado desde el primer día, un punto de encuentro en el que vives anónimo ya seas un constructor, medio de comunicación, visitante o el mismísimo presidente de la república francesa, bueno, a no ser que seas “El Solitario”, el siempre viaja con su corte y protagonismo.
Como siempre nos gusta la falta de superioridades, el ambiente de buen rollo en la feria y la posibilidad de ver, disfrutar, compartir. Lo de comprar ya es otra cosa, los precios siguen siendo prohibitivos para muchos de los que venimos del lado español, más allá de extravagancias a precio de principado de Mónaco, como un puñetero mono de trabajo para mujer a 270 euros sólo porque lleva algún bordado de lentejuelas. Me refiero a las cosas propias de motero como cascos, chupas, botas, etc...
Este año había una diferencia respecto al año pasado, las marcas presentes no disponían de un stand excesivamente pomposo y con un protagonismo muy superior, algunas incluso tenían su tienda militar igual que cualquier otro expositor. Indian fue el patrocinador principal de la edición del Wheel and Waves 2017, para ello y como principal seña de identidad montó un Wall of Death, muy auténtico, de madera, como los que se montaban en Estados Unidos a principios del siglo XX, un espacio que conseguía poner los pelos de punta, para ello dos virtuosos de la moto realizaban sus arriesgadas maniobras girando por las verticales paredes del espacio circular, toda una hazaña que adquiere mayor mérito puesto que las motos eran modelos restaurados de Indian de los años 20. Una maravilla.
Estuvimos en la Punk’s Peak, la carrera al sprint que se celebra en Jaizkibel, un rato que vivimos con el gusto de no tener que sufrir ni lluvia ni solazo, un rato de locos pilotando sus cacharros que se pasa muy entretenido tomando una sidra.
Este año hubo más actuaciones y muchas de ellas de música electrónica, todo regado con champán a 20 pavos la botella para merodear por todos los rincones de la feria. Pero no debes perderte la escapada al pueblo ni tomar una cerveza en el Ventilo Café.
Lugar de encuentro donde sentirse a gusto y en el que cada año vemos más españoles, incluidos constructores que se acercan a ver el panorama de un evento tan famoso.
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