Maxsym 400i: En el punto Medio. Prueba a Fondo - La Curva de La Verdad

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La Curva de la verdad

Se trata de una curva cotidiana para mí, aunque no por ello deja de llamar mi atención tanto por su trazado como por su perfil. Es una curva impropia de la vía pública y con la que disfrutaría más de un piloto, si la encontrase dentro de uno de los circuitos en los que compite para poner a prueba tanto la geometría, como el chasis y las suspensiones de su moto de carreras.

La primera mitad de la curva se hace doble sobre una vertiginosa bajada hasta llegar a su vértice, el punto más cerrado, justo cuando marca un cambio de rasante y el perfil se vuelve subida. Excuso decir el conjunto de fuerzas que entran en acción sobre la moto o el scooter al pasar justo por ese punto álgido sin cerrar el acelerador.
He pasado por mi curva de la verdad con un sinfín de motos, no soy de dar capaz ni siquiera un número aproximado de cuántas. El caso es que cuando me aproximaba a ella con la Maxsym 400i, después de hacer una larguísima y tendida subida, me iba mentalizando, preparando para abordarla. Alcancé su antesala y apunté el morro del scooter a un bolardo que marca el punto cerrado del primer arco, para luego volver a abrir la trazada como antesala del punto más comprometido. Entonces me acoplo tras el parabrisas y abro la pierna interior para la facilitar la inclinada, que no es demasiado pronunciada. Cuando la bajada se está acabando, lo cierto es que la velocidad que llevo es inconfesable. Me preparo, tenso los músculos de los brazos, aunque dejo la mínima, y necesaria, holgura de un par de milímetros en la dirección, y aprieto los pies retrasados contra la plataforma, preparándome para una sonada contorsión de la Maxsym. Me la esperaba retorciéndose como una toalla escurrida ante la salvajada a la que estaba a punto de someterla, y me preparaba, incluso, para corregir la probable pérdida de trayectoria que sufriría.
Me equivoqué.

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La Maxsym pasó como un raíl por ese vértice crítico, inclinado por el cambio de rasante. Pasó pisando, sencillamente, como una gran moto. No se desvió ni un milímetro y tampoco percibí ni la más mínima sensación de debilidad en toda la parte ciclo: ni en el chasis, en todos los elementos que componen las suspensiones.
Soberbio. No tiene otro calificativo el aplomo de la Maxsym 400.

Investigando después en sus interioridades, descubro que el secreto de este aplomo proverbial reside en la doble tija. Efectivamente, Sym monta un tren delantero con una geometría como la de cualquier moto grande, además de hacerlo sobre unas barras, como las propias tijas, de la más robusta solidez.

 

En La Urbe

En la Maxsym se produce un efecto de lo más curioso cuando nos acercamos al escaso pasillo que dejan abierto los coches formados en hilera dentro de un atasco. La Maxsym parece adelgazar en el momento de dejar a cada lado los primeros coches. Uno entra midiendo las distancias con precaución y se da cuenta, cuando apura en parado, que el margen que había previsto se queda casi siempre muy sobrado.
Por otro lado, el radio de giro, exiguo como el de un ciclimotor, le brinda una capacidad de maniobra que no se puede ni siquiera intuir antes de subirse a un scooter de 400. Lo cierto es que, observando su volumen, uno se siente después como un rey de la ciudad sentado en su sofá.

 

En autovía de circunvalación

Un escenario realmente comprometido para el motorista, sobre todo cuando va cargada con un tráfico que circula con fluidez, que va ligero a una buena velocidad. En esos tramos es imprescindible disponer de una buena aceleración, si no, el vertiginoso tetris que van formando los coches te puede atrapar, pillarte entre dos esquinas de paragolpes o derribarte con un golpe lateral. Los 35 CV de la Maxsym 400i van sobrados como salvavidas, con el músculo añadido que brinda un motor monocilíndrico.

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