Kawasaki ZZR 1400: El Monstruo Verde

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Con una reconocible, pero actualizada, imagen de la época de “La Guerra de la Velocidad” y heredera de una saga vencedora en muchas batallas que finalmente firmó un armisticio con la Suzuki Hayabusa 1300, esta ZZR 1400 es mucho más que un motor potente y grandes prestaciones, es una gran Sport/Turismo que se desenvuelve perfectamente en la mayoría de las facetas para las que puede ser utilizada una motocicleta. (Sigue leyendo)

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Probador 1: Tomás Pérez

Ficha Técnica: 1,91 m 105 kg 56 años

Nivel: Subcampeón 2012 Categoría Twin Mac90

 

 

 

El espectro del Monstruo Verde

De pequeño, de cuando un servidor era pequeño…, porque, por increíble que parezca, uno también fue pequeño en un tiempo muy pretérito. Bien, pues recuerdo de cuando era pequeño cómo iba a buscar las páginas de las enciclopedias en las que aparecían las fotos, o al menos las siluetas, de los caza-récords terrestres de la época. Fuselajes con forma de puro sustentados sobre cuatro ruedas, turbinas ciclópeas que ocupaban cabinas enteras, aviones sin alas, en definitiva, que surcaban la tierra en busca de una cifra fantástica: ¡Los mil kilómetros por hora!

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En aquellos tiempos en los que aún faltaba para alcanzar ese mágico millar, uno de aquellos prototipos alcanzó la leyenda anclado durante un par de años en la supremacía de la velocidad absoluta. Su silueta quedaba marcada por una recta interminable y su perfil se ondulaba para albergar los pasos de rueda dispuestos como el séquito de un imponente frontal que desafiaba al infinito y que querría comerse todo lo que se le pusiera por delante. Una criatura ciclópea que se echaba sobre el frente para devorar en un suspiro la milla lanzada sobre la sal de Bonneville. Una máquina infernal de 1.964, lanzada a 698,5 km/hora con la fuerza de una deidad e inscrita en la lista de los récords con un nombre de fantasía digno del propio Julio Verne:
El Monstruo Verde.

Posición
Ahora, antes de subirme a la Kawasaki ZZR 1400, verdadera reedición en dos ruedas de aquel Monstruo verde de mi infancia, lo primero que me ha llamado la atención al acercarme a la posición de conducción ha sido la imagen que proyecta el cuadro de instrumentos, o más bien el copick que queda albergado dentro de la cúpula.

Con un aire racing de los setenta, sus dos esferas analógicas, montadas sobre un plástico negro, recuerdan a los salpicaderos de los deportivos más prestigiosos del automovilismo. Dos esferas, también, de fondo negro, coronadas por la generosa amplitud de un display que ofrece todas las cifras que podamos suponer, y probablemente alguna más, componen la imagen más sugerente para acoplarse y albergar un entrañable rincón de información para el piloto, al abrigo y refugio del ciclón que la ZZR 1400 puede montar sobre la autopista alemana. El toque cromático de este espacio lo pone el remate dorado de las botellas de la horquilla.

Vámonos
Contacto, y el display nos dibuja una sonrisa diabólica con la forma oblicua del grupo óptico que preside el frontal de la ZZR 1400.

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Al coger los semimanillares, las manos descienden justo hasta la línea de la tija superior, y uno siente el tronco inclinado algunos grados por debajo de lo que sería la posición de una sport turismo, como es esta Kawa. Al buscar las estriberas, en cambio, los pies se sitúan tan abajo como manda la categoría y todo lo retrasados que exige una posición aerodinámica.
Primera, fuera embrague y, al salir en marcha por primera vez, busco la postura más cómoda acoplándome al Monstruo Verde. Es entonces cuando descubro lo inmensa que resulta la plaza destinada al piloto. Con mi 1,91, desplazo y desplazo el trasero hacia el colín, hasta que topo con el final del hueco del asiento. Voy verdaderamente estirado sobre la ZZR 1400, tanto o más que un piloto de velocidad. Una posición tan retrasada que resultará ideal para las velocidades de récord que puede alcanzar esta Kawa, pero que hace relativamente fácil que eleve el morro inesperadamente en una aceleración de semáforo a semáforo.
Por tanto, la amplitud que ofrece la plaza del piloto en la ZZR 1400 permite, por así decirlo, dos modos, o dos posiciones de conducción: Una urbana y de carretera lenta y otra de autopista.

Pura Seda
Una vez colocados, en una u otra posición sobre la ZZR 1400, lo primero que me llama la atención en orden de marcha es la exquisita suavidad que transmite el motor en combinación con el tacto del gas a cualquier régimen. Fluir con la ZZR, cambiando de marcha, o fijando el cambio en una de ellas, es una auténtica delicia, un verdadero placer sentir tanto empuje envuelto con tan fina suavidad.

El Espacio AVE
Por una vez me puedo sentir completamente acoplado a una moto, con los codos por delante de las rodillas, como un auténtico piloto. Con la cabeza perfectamente agazapada tras la cúpula que termina en un pequeño deflector, muy oportuno porque permite una posición de la cabeza, que sin llegar a la que ocuparía con el pecho aplanado sobre el depósito, queda con un frente suficientemente aerodinámico y con una postura del cuello y del tronco que nos dispone a devorar kilómetros de autopista sin forzar las vértebras ni los músculos lumbares, e infinitamente más cómodos que, por ejemplo, un piloto de resistencia.

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Reacciones a cámara lenta.

Las prestaciones del Monstruo Verde se sienten infinitas, la aceleración interminable y la velocidad final inalcanzable. Solamente se le acercan las deportivas más fulgurantes del mercado. Y eso, cuando ya se ha probado, o ya se ha tenido, parte de la gama doble erre que ofrece el mercado, puede llevarnos a una confusión que nos crearía más de una situación comprometida.
Trataré de explicarme:
La ZZR 1400 acelera y corre como una deportiva, o más que unas cuantas de ellas, pero no reacciona en los tiempos ni en los espacios que lo hacen ellas. Hay motos, como todas las deportivas, que te acompañan, que te siguen para formar esa simbiosis que te lleva por una curva tras otra. Hay otras, en cambio, que tienes que llevarlas contigo, que tienes que traerlas a tu terreno. Así es la ZZR 1400.
Con los pies colocados atrás, apoyando las punteras sobre los estribos y agarrados a los semimanillares para situar la barbilla en línea con el borde de la cúpula podemos sentirnos, o creernos, pilotando una deportiva cuando soltemos sobre el asfalto los 192 CV a la rueda que rinde esta bestia parda. Sin embargo, cuando llegue un cambio de dirección o incluso una frenada, El Monstruo Verde necesita mucho más espacio, y por lo tanto más tiempo, para reaccionar siguiendo nuestras órdenes.
Podemos decir que una deportiva es el equivalente a un caza, que corre y acelera como nada en el mundo, y que la ZZR 1400 es como el desaparecido Concorde, capaz de acelerar, prácticamente, como ese caza, de alcanzar velocidades semejantes, pero necesitando un radio inmenso para virar y una buena pista de aterrizaje para detenerse después de haber tomado tierra.
Ahora bien, una vez que nos programamos para anticiparnos a los cambios de dirección y a las frenadas con suficiente antelación y una vez que, poco a poco, vamos ajustando esas medidas a los reflejos de la ZZR 1400, el Monstruo Verde puede compenetrarse con nosotros y ofrecernos bastantes más satisfacciones de las que pudiéramos imaginar después de la primera vez que se nos echa encima una curva con un mínimo de exigencia.

La Aerodinámica
Resulta tan envolvente y efectiva que te engaña. Y engaña incluso a motoristas con tanta experiencia como quien firma –mal que esté escribirlo-, que tiene arraigada la medida de la velocidad después de tantos kilómetros por distintas carreteras y de tantas vueltas a unos cuantos circuitos. Efectivamente, la aerodinámica de la ZZR 1400 es tan penetrante y tan protectora que se siente…, mejor dicho, que apenas se siente la velocidad.
Y así me ocurrió cuando me la cedió mi compañero José María y unos metros después entré en la autovía. Atardecía un día con una mochila de cansancio a las espaldas, una circunstancia que todo el mundo que la padece sabe que afecta directamente a la presbicia; para remate, esa atmósfera ente dos luces del crepúsculo mostraba a mis ojos la esfera izquierda –la otra esfera, también, claro está- como un círculo cosido de números en el que sólo era capaz de distinguir, y no sin dificultades, desde qué punto empezaban los de tres cifras.
La cuestión es que cuando me instalé sobre el carril izquierdo en sexta marcha y apenas toqué unos milímetros el acelerador, consulté por un instante el velocímetro, para comprobar que la aguja se situaba rebasando unos cuantos grados la vertical. Recordé como referencia otros velocímetros, incluido el de mi moto, y según ellos, estaba más o menos dentro de la velocidad permitida; así es que mantuve ese ritmo durante el breve trayecto interurbano que me llevaría a mi destino. No percibía ningún indicio, no sentía la fuerza del viento empujando mis hombros, ni tampoco su flujo revoloteando por mis piernas; tan sólo un temor más allá de lo habitual de que cualquier coche saltara desde la línea central, que percibía bastante más lenta que de costumbre, para bloquear peligrosamente mi camino.
Una hora más tarde y detenido en un semáforo, forcé la vista para descifrar la escala del velocímetro, hasta que lo conseguí. En ese momento, una fuerte preocupación se aferró a mi estómago: La velocidad que había mantenido por el carril izquierdo de la autovía era… Veamos… Bien, simplemente voy a decir que era otra bien distinta de la que creía llevar sobre la ZZR 1400.

Pta Alcalá

La Elección del Casco
Para no romper la armonía aerodinámica que Kawa ha diseñado con tanto esmero en su Concorde, ni que decir tiene que hay que enfundarse un casco en consonancia, y no uno cualquiera que sencillamente represente el diseño de un huevo.
Doy por hecho que en la imaginación de los actuales y futuros propietarios surgirá el deseo de disfrutar de esta bestia de autopista a lo largo de una autobahn alemana, e incluso seguro que más de uno ya la habrá llevado a una de estas vías, de hecho; pero lo que resultará más difícil es que su fantasía le traslade hasta el anillo italiano de Nardó para sentir, sin ningún tipo de límites y con el riesgo más atenuado posible, los trescientos y pico por hora que alcanzará esta auténtica caza-récords.
Si no es así, Super7 ya lo hizo para probar un casco y hasta aquí lo traemos de nuevo. Mira en la prueba del piloto 4, "Prueba de Fuego"

De noche
La luz de cruce forma una parábola amplia e intensa que no sólo se agradece una barbaridad, sino que además aporta una confianza reforzada a la hora de viajar de noche con la ZZR 1400; auque también es verdad que no sorprende en exceso, dado lo que hoy día ofrece el mercado de la moto para la ruta. Sin embargo, la luz de carretera que equipa el Monstruo Verde es definitiva, y resulta larga, larga, hasta alcanzar el final de la autopista.

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Por su parte, el copick se muestra de noche con un esplendor particular, centrando el display con las dos esferas de los relojes iluminadas haciéndole la escolta. Lo cierto es que, con esa imagen del copkpic en primer plano y el fabuloso haz del grupo óptico proyectado desde el frontal, la ZZR 1400 se muestra como una moto muy apetecible para hacer escapadas nocturnas.

Consumo
No es fácil dar un dato certero, es más, resulta imposible hacerlo en una máquina tan ultra potente, que ofrece, en consecuencia, tantos modos distintos de conducción con su correspondiente forma y progresión de abrir el gas.
Dejo como ejemplo un depósito con el que llevé a cabo unas cuantas aceleraciones. Algunas de semáforo a semáforo hasta el límite de llamar la atención, otras de autovía, desde velocidades lentas, para librarme del "tetris" que nos montan los coches en manada y otro tramo de autopista sin tráfico a un ritmo que no me jugase ni un solo punto del carné.
El resultado fue éste:

282,1 kms con 19,67 litros… Consumo= 6,97 litros/100

El Sentido del Sinsentido

Alguno se preguntará qué sentido tiene una moto como la ZZR 1400 en la carretera, sobre todo hoy en día.
Bueno, lo cierto es que cada vez que tomo una moto para analizarla y escribir después su correspondiente reportaje, la contemplo con detenimiento, después la analizo al detalle, esperando que antes de subirme a su asiento, ella misma me transmita o me diga en quién y en qué está pensando, con su lenguaje diáfano para cualquier motorista que guarde dentro de sí un mínimo de sensibilidad; es decir: para todos los motoristas.

Lo cierto es que el Monstruo Verde me transmitió a contemplarala, de entrada, un mensaje un tanto incoherente, y diría que prácticamente, demencial. ¡Adónde voy con un torpedo que pasa sobradamente de los trescientos por hora y que, además, me hace insensible a la velocidad desde que vaya volando muy por encima de los doscientos!

Sin embargo, haciendo kilómetros y kilómetros con ella he descubierto una moto amplia y cómoda, con la que se siente un poder en el puño semejante al Martillo de Thor y que provoca en el transeúnte más ajeno al mundo de la moto el impacto a escala que aquel pepino caza-récords provocó en mi mente, tierna e influenciable, de la primera infancia.

Debo subrayar al lector que eludí la tentación. Quiero decir que no era cuestión de internarme en una autopista de peaje, tan solitaria como inservible, con la sensación furtiva en el cuerpo de pilotar una planeadora gallega dedicada, en otro tiempo, al contrabando del tabaco y más recientemente al tráfico de la nieve caribeña.
No se trata de eso, en absoluto, porque El Monstruo Verde de Kawa es una moto que hoy día tiene todo su sentido para aquellos que desean sentirse propietarios del poder absoluto sobre dos ruedas, de la misma forma que lo siente sobre cuatro el propietario de un Ferrari o el poseedor de un Bugatti Byron Sport (1200 CV).

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Epílogo
Casualidades de la vida, al día siguiente, y no más tarde, de devolver el Monstruo Verde a mi compañero José María, me subí en un AVE. A los lectores con algunos años y a otros más jóvenes, excuso decirles qué inverosímil reportaje del pasado, con el ancestro de esta ZZR 1400 y el mismo tren, fue saltando desde mi memoria durante buena parte de ese viaje sobre los raíles de la Alta Velocidad Española.

Tomás Pérez