Royal Enfield Continental GT: La Evocadora de Sueños

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No se trata de una moto retro, tampoco es, exactamente, una neoclásica. Lo que podemos decir de esta Royal Enfield Continental GT es que estamos hablando de “Una Moto de Antes”. Una moto de otra época fabricada ahora, con la filosofía y la idiosincrasia que marcaba a los motoristas de antaño (Sigue Leyendo)

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Para entender esta Continental GT, debemos trasladar nuestra mente atrás en el tiempo, porque de no ser así, nos resultará un producto comercial carente de sentido, y no se captará la densa esencia que guarda en sus entrañas, ni sentiremos cuál es el espíritu que impulsa su corazón, que se manifiesta con cada golpe de pistón. Pasaremos por encima de ella y, en consecuencia, nos resultará un modelo carente de practicidad, escaso en prestaciones e, inevitablemente, obsoleto.
Sí, la Continental GT es “Una Moto de Antes”, y no en vano su marca representa al fabricante de motos más antiguo (1901) que, no sólo se mantiene en activo, sino que además está viviendo en los últimos años un crecimiento vertical a nivel mundial: En 2014 casi duplicó el número de unidades fabricadas en el ejercicio anterior, rebasando la cifra de 300.000.

Royal Enfield Continental GTTomás posando

 

Probador: Tomás Pérez

Ficha Técnica: 1,91 m, 107 kg, 56 años

Nivel: Subcampeón Mac90 2012 categoría Twin, piloto del nacional de Raids 91 y 92, del Critérium AGV-SoloMoto 78 y 79; 4º y 2º en las 6 Horas Internacionales Vespa de Barcelona 1.979 y 1.980.

 

 

Pero dejemos los números y los baremos para volver al lado lírico de La Moto, porque, ni que decir tiene que hablamos de un mundo eminentemente pasional, si no, ¿cómo es posible que vivamos enganchados a él, igual que yonquis, desde el momento en el que fuimos abducidos por la magia de las dos ruedas? Bien, pues ése es, ni más ni menos, el aspecto La Moto que protagonizaba mi mente mientras me dirigiría a recoger esta joya de otro tiempo, y también el prisma a través del que la contemplaría y me llegarían todas las sensaciones que transmite. De esa misma forma, a la hora de sentarme a escribir este reportaje, lo hice con el mismo pálpito, la misma fuerza pasional con la que puede atrapar este modelo a su futuro comprador. Así pues, envolvamos nuestra mente de cierto romanticismo, dejemos nuestra fantasía dispuesta a despegar y veamos entonces cómo se comporta, pero sobre todo cuál es la carga emocional, e incluso espiritual que transmite esta “moto de antes”.

Royal Enfield Continental GTDSC09256Pues cuando me planteé la forma en la que haría esta prueba, el calor abrasador que mantenía toda La Península como un auténtico fogón resultó tan determinante que decidió por mí mismo. Y así fue cómo me aventuré a explorar la noche serrana, viviendo esa soledad absoluta del motorista que surca la oscuridad tras el haz de su faro, disfrutando de ese peculiar placer que representa sentirse solitario, con el acechante riesgo de pasar en un solo instante, como ocurría en otros tiempos, a sufrir el helado trance de la desolación. Kilómetros reflexivos durante los que se vive un momento de introspección y en el que se establece, como en ningún otro, esa simbiosis con la moto que conducimos, un momento en el que moto y motorista se miran a la cara y se muestran mutuamente quien es quien.

Pero antes de salir y a la hora de equiparme, me resultó curioso sentir un impulso inconsciente que me llevó directamente al cajón en el que guardo mis objetos pequeños más entrañables. Allí, ese mismo impulso instintivo guió mi mano para coger la navaja multiusos Leatherman, que me regalaron mis amigos allá por mi cincuenta cumpleaños. Sí, la acoplé con su funda a mi cinturón y al subirme en la Continental GT, la sentí si no como un aderezo indispensable, sí como un complemento que daba todo el sentido viajero al conjunto que formaría con la Royal Enfield, lo mismo que la bolsa de imanes (por fin un depósito metálico) en la que tan sólo alojé mi libreta, las gafas para la presbicia y un par de estilográficas.

Royal Enfield Continental GTcostado cercaArranqué el monocilíndrico de 535 con el deseo de abandonar cuanto antes el tedio de la autovía, que si con cualquier moto resulta aburrida, con un solo pistón resulta más monótona si cabe. Cuando alcancé la carretera de doble sentido, de trazado suave y curvas conocidas, empecé a sentir la marcha como una sinfonía al compás de uno de los corazones más nostálgicos que puedes encontrar hoy día en el mercado.

La partitura del trueno interpretada por el escape cromado resonaba contra los taludes levantados por los cortes de la ruta y extendía su eco más allá, por las montañas, hasta que sus crestas la lanzaban hacia el cielo para que disipase en el firmamento estrellado que capotaba la noche. Más adelante, en las bajadas, el ronquido del monocilíndrico al retener la marcha se escuchaba trepar por las fachadas de roca que flanquean una ruta que serpentea la ladera. Todo lo acompañaba el suave balanceo, aun lado y al otro, que sientes con cada gesto de tu cuerpo para que esta “moto de antes” se deslizase por la carretera siguiendo el trazado que iba descubriendo el haz de su único faro, redondo y cromado, como no podía ser de otro modo.

Una Moto con Alma
Está claro que desde el primer momento en el que pulsé el botón de arranque, sentí, efectivamente, que esta moto tiene alma. Pero, para explicarlo mejor, será bueno desplazarse hasta el otro lado del sentido que pueda tener una moto. Veamos:

Puedes buscar el lado más práctico, e incluso también el más distinguido sobre dos ruedas. Perfecto. Para ello, un maxiscooter bicilíndrico, full equipe, aparcado sobre una plaza de directivo en el garaje de una multinacional puede representar su auténtico paradigma. Bien, pues ese vehículo y esa forma de tomar el motociclismo representan exactamente la antítesis, justo el otro extremo, de lo que es “una moto con Alma”.
No cabe duda de que el espíritu de la Continental GT ya se escucha palpitar sólo con el ralentí de su motor, un corazón de otra época que se oye respirar por la admisión con cada uno de sus latidos. Y al soltar el embrague es muy fácil sentirte acoplado a esta Royal Enfield: Sus líneas esbeltas no necesitan de la marcada ergonomía que perfila la silueta de tantas motos, mucho más grandes, potentes y actuales, para acoger al motorista. En apenas cuatro curvas, ya has sintonizado con ella y a partir de ese momento puedes sentir plenamente el alma de esta evocadora de sueños. Es algo complicado de explicar y muy fácil de vivir con pocas motos, muy pocas hoy día, y desde luego que esta Continental GT es una de ellas. Para decirlo escuetamente y sin profundizar más en el terreno existencial, es como sentir tu corazón y el pistón de esta Royal Enfield latiendo al mismo son, con el mismo compás.

El Arranque a patada
Volvemos, con más motivo que nunca, al concepto del principio: “Una Moto de Antes”. Una forma de arrancar antidiluviana que incluso puede resultar desconocida para muchos motoristas de hoy día.
Royal Enfield Continental GTPalanca arranqueBien, el arranque con palanca funciona muy bien en la Continental GT. Reconozco que la primera vez que me dispuse a hacer fuerza con el pie derecho, lógicamente a horcajadas sobre ella, lo hice con cautela, primero porque esperaba encontrar que el pistón de medio litro opusiera una seria resistencia y también, ¿por qué no reconocerlo?, por el temor de que, si no arrancaba a la tercera o cuarta patada, la palanca pudiera volver con toda la violencia de una incontenible compresión, una violencia, también, de otro tiempo. Así desplegué la palanca, posé el pie sobre ella y entonces, por puro instinto, busqué el PMS. Sí, un viejo conocido que volví a saludar, después de algunas décadas sin saber nada de él. El Punto Muerto Superior del pistón. Efectivamente, lo busqué y cuando me reencontré con él, dejé caer el pie sin demasiada fuerza y sin demasiada convicción también. La Continental GT arrancó a la primera con contundencia, sin ofrecer ninguna duda, y es que no sólo la desmultiplicación del arranque, sino también el mecanismo automático del descompresor funcionan a la perfección.

Por cierto, un descompresor que me hizo vivir un dejá vu al escuchar su leve resoplido, casi imperceptible en alguna parada forzada, por ejemplo, al extender la pata de cabra, con su implacable sistema de desconexión del motor, que no le permite funcionar en ninguna circunstancia, ya sea con o sin embrague. Sí, si en ese momento cierro los ojos, me hubiera sentido subido en mi Sanglas 500 S, la gran benemérita que tuve, y también sufrí, durante los ochenta.

La Estética
Es un aspecto que siempre rehúso comentar, como he repetido muchas veces, salvo alguna excepción; y, en este caso, lo único que haré será dar un apunte al lector sobre la dirección lleva la corriente estética de esta Continental GT.
Nos ha pasado muchas veces que, mirando la ecografía de un feto no distinguimos más que un conglomerado de manchas y sombras, sin distinguir nada que se parezca a una forma humana. Y de repente, en un movimiento de la cámara o de esas sombras vemos nítidamente fotografiada una parte de esa futura persona. Es el mismo efecto, exactamente el mismo flas que un produce un cuadro impresionista.

Y eso fue lo me ocurrió al contemplar el monocilíndrico de 535 de la Continental GT por el costado derecho. Sí, fue un impacto visual por el que sufrí un segundo deja vu, creyendo estar delante, otra vez, de aquella Ducati Road fabricada en la factoría de Mototrans del Poble Nou, una barriada industrial entonces, imposible de imaginar ahora contemplando lo que se construyó después en esa zona de la Ciudad Condal. Pero ahí no quedaron los efectos impresionistas que viví observando las líneas de la Continental GT, porque luego, desde un ángulo frontal de tres cuartos creí ver por un instante, es más, me sentí estando delante de una Laverda 750 SF (a falta de su tambor con 4 levas).

Royal Enfield Continental GTDSC09267Y por último, al contemplar ese combinado tan personal que ofrece por el lateral uno de los amortiguadores Paioli, con el muelle de doble efecto exhibido en un orgulloso amarillo y su botella dorada de gas plasmada sobre es trasfondo brillante que marca la llanta de doble nervio en aluminio, cosida por los radios en manojos de a cuatro, todo ello rematado, además, por el colín de de los sesenta y presidido en  primer plano por el megáfono cromado, me hizo la composición, precisamente, de otra Ducati bien distinta, mucho más moderna, cara y exclusiva, pero tan retro y clásica como la propia Continental GT: Sí sufrí otro dejá vu, creyendo ver la trasera de la exclusiva Ducati Paul Smart.