Estuvimos en el Museo de Harley Davidson en Milwaukee
Hay sitios a los que inevitablemente te dirigirás, al menos, una vez en la vida. Son como lugares de peregrinación que, muchas veces de manera inconsciente, nos llaman a su encuentro. De algunos no tenemos ni idea que lo son hasta que hemos estado en ellos. Otros son los que nos marcamos como meta y objetivo y ponemos empeño para poder realizar el peregrinaje.
El Museo HD es uno de ellos para los amantes de las dos ruedas. Para los amantes del Custom, casi seguro, para los seguidores de la marca, sin ninguna duda. (Sigue Leyendo).
He de decir que si me hubieran preguntado hace unos años, habría dicho que no estaba en mi lista de los 10 sitios prioritarios a visitar. ¡Con la cantidad de cosas que hay que ver por el mundo! Sí que habría aceptado que me gustaría ir, pero no que fuese una prioridad.
Bueno, pues eso cambió esta primavera. Planeando lo que sería, y ha sido, un viaje por carretera por los 'States', muchas combinaciones nos acercaban a Milwaukee.
Yo no daba crédito. No era lo planeado. Teníamos una serie de ciudades a visitar muy claras y entre Toronto y Denver, dos de ellas, la sensatez apuntaba por coger un avión. Estas cosas ya se sabe como se desarrollan. Como la maldita bola de nieve que crece y crece, y rueda y rueda. Y te arrolla.
Total, que después de mucho hablarlo en casa, ahí estábamos, reservando coche de alquiler para ir desde Boston a Toronto, y después hasta Denver.
Claro, claro, parando en Milwaukee, que nos pillaba de camino.
En casa tenemos dos Harleys, por lo que el Museo HD es un destino de esos que, aún sin saberlo, o quizás sin reconocerlo, teníamos que abordar tarde o temprano. Y así ha sido. Incluimos la ciudad del estado de Wisconsin, a orillas del lago Michigan, con calzador. Y tanto.
Según nuestro itinerario planeado, teníamos que llegar a Milwaukee por la noche, después de conducir desde Toronto durante todo el día, para amanecer temprano, ver el Museo y volver a coger carretera poniendo rumbo a Denver sin perder mucho tiempo.
Ni el penoso y vergonzoso caso 1HD de nuestro país, ni los logos HD con el lema 'Fuck the factory', ni los logos HD boca abajo como si se tratara del cuadro de algún rey castigado o del mismísimo anticristo, ni tan siquiera el tan extendido "exquisito" trato de los concesionarios de nuestro país, pudieron mermar la ilusión que iba creciendo dentro de nosotros según nos acercábamos a Milwaukee. Sólo ver escrito el nombre en las indicaciones de las carreteras era suficiente para abrir mucho los ojos como niños expectantes por una sorpresa en ciernes. Así que, sin ver nada de la ciudad, nada más despertar a la mañana siguiente, del motel de carretera rumbo al Museo.
Llegamos muy temprano. No había más que cinco o seis personas; el Museo no abría hasta las nueve y aún faltaba media hora. Empezamos a andar hacia el edificio, viendo ese gran logo HD sobre la entrada, y la emoción y la ilusión que sentía no la recordaba desde que era niño. ¡Cómo me había engañado a mí mismo con el rollo handmade huyendo de todo lo que oliera a merchandising o marketing de la Factory!
Quería verlo y no lo ocultaba. A los dos se nos notaba en la sonrisa de la cara. Hasta uno de seguridad nos sonreía al vernos y nos dijo que entráramos ya, que la recepción estaba abierta. Así de despistados estábamos sacando fotos por el exterior mientras nos pellizcábamos para despertar del sueño. Pero era muy real.
Según entramos, más de lo mismo. Muchas sonrisas y caras amables. Seguro que saben lo que se siente al entrar por primera vez en un sitio como éste y te ayudan a mantener tu ilusión y alegría.
Compramos los tickets y las audioguías y fuimos a dejar las cosas en la taquilla. Ir sin carga, cómodos y con tranquilidad era más que necesario.
La visita comienza por la planta de arriba, donde te recibe un largo pasillo con una exposición central de muchas, muchas, muchas máquinas preciosas. Ordenadas por años y con señalización para indicarte las más relevantes y que atiendas a las explicaciones de las audioguías.
A ambos lados hay diferentes salas, ambientadas en las carreras, II G.M. o, por ejemplo, una dedicada exclusivamente a motores, con todos los que la marca ha desarrollado para sus motocicletas. Un panel interactivo nos permitirá escuchar el rugido de los diferentes motores. Una gozada.
Las salas de la II G.M. y de las carreras tienen mucho contenido. Es para echar unas buenas horas entre ambas exposiciones, ya que HD ha dedicado muchos esfuerzos en proveer al ejército americano y en competir al más alto nivel dentro de los States.
Una preciosa y reluciente revisión de los diseños de pintura más relevantes de depósitos de gasolina nos cierra el final del pabellón en esa planta. Pero justo ahí comienza un pasillo donde al final hay un ascensor que nos permite subir hasta las salas donde trabajan los restauradores. Sólo se pueden ver desde afuera, ya sea a través de cristales o de una reja, pero vale la pena no perdérselo. Se ven curiosidades que enriquecen mucho más la visita.
También al final, tenemos un pasillo que nos lleva al restaurante del edificio de enfrente por encima de la explanada de entrada.
Una vez saturados por tanta información y con dificultades para asimilarla, bajamos a trompicones a la planta baja aún mirando para atrás. El show continúa de manera espléndida y nos atrapa, olvidándonos de lo que acabamos de ver arriba.
Nada más bajar del último escalón, nos damos de bruces con la parte gráfica que tan bien han sabido desarrollar y explotar en HD. Esto es, todo el merchandising. Desde los embalajes de los repuestos, pasando por el diseño gráfico de los botes de aceites y llegando a productos de consumo de todo tipo. Es alucinante. Pocas marcas habrá que tengan productos con tanta aceptación y demanda entre sus clientes. No olvidemos que la audioguía es nuestra aliada y amiga confidente. Ver el museo sin su ayuda no habría sido lo mismo.
Nos encontramos con las réplicas de las míticas máquinas de Easy Rider, la de Capitán América y Terminator, haciendo de antesala de motos de algunos propietarios que las customizaron de manera extrema o exagerada, siendo iconos de su época. En U.S.A., claro.
También tenemos una pequeña colección de "rarezas" de la marca, ya que como nos cuenta la audioguía, Harley Davidson Motor Company, no tuvo intención de ser exclusivamente una fábrica de motocicletas. Así pues nos asombramos con diversas máquinas motorizadas: scooter, lancha motora o carrito de golf.
Una que me llamó especialmente la atención es la moto con el motor del proyecto NOVA. Desconocía por completo su existencia.
La moto rescatada del tsunami tiene su hueco en la exposición.
La planta baja es quizás más desordenada para ver. Fuimos dando tumbos de esta, a aquella. ¡Mira la de más allá! ¿Viste aquella otra? En fin. Paciencia y a disfrutar.
Una sección dedicada al diseño hizo mis delicias. Pequeñas muestras de los procesos de diseño y desarrollo de diferentes épocas me pusieron los dientes muy largos.
Y para terminar, antes de salir, una pequeña exposición de los últimos modelos, bien anclados al suelo, a los que ahora sí, se puede subir todo el que quiera.
Por si fuera poco, que lo fue, nos coincidió una exposición temporal dedicada a Willie G. Davidson, el gran gurú del diseño de HD en la época reciente. Coincidimos completamente. La muestra es muy extensa y abarca no sólo lo hecho en HD, que es quizás lo principal y más importante, sino también arte y dibujos, y un repaso a toda su vida artística. Mi idea sobre quién es Willie G. Davidson cambió por completo. Es un fuera de serie y tiene más que merecida su fama. Sin entrar a valorar sus trabajos o últimas aportaciones a la MoCo. No se puede poner en duda que es polifacético y ha marcado una época muy importante de la Factory.
Con todo ésto, a saber, pueden preparar otro pabellón igual con las motos que tienen almacenadas. Es increíble la colección que atesoran.
Un deber verlo, por lo que no he querido entrar en demasiado detalle y desvelar toda la magia del lugar.
Howard