Harley Davidson Ultra Limited Low: Tras la Frontera de Los Sueños
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Una versión más baja, en altura del asiento y distancia al suelo, de la Electra más sofisticada, equipada, además, con la última evolución del motor de 103 pulgadas, que ofrece un comportamiento sorprendete. Una moto que representa el sueño de muchos harlystas y que se presta a dejar volar la imaginación, más libre que nunca, sobre los confines de la fantasía (Sigue Leyendo).
Ya no recuerdo la última vez que transité en un orbe distinto del de la moto: hace ya tanto tiempo que creo que fue en otra vida; de hecho, es posible que sea así y que en toda mi experiencia humana no haya cruzado los confines de este universo sobre dos ruedas.
Sí, y el caso es que ahora llevo millones y millones de kilómetros atravesando la galaxia custom, un espacio que ve extender su cosmos casi día a día, y en el que he hibernado… no sé ahora cuántos meses. Luego, cuando me despeje al completo, lo consultaré en el contador de mi congelador. Me hallo ahora flotando en un espacio tan oscuro que no alcanzo a apreciar sus tres dimensiones, y en el fondo, en el centro exacto de la extensa curvatura que marca el frontal acristalado de la nave, centellea un punto, como un núcleo de vivo esplendor que parece engendrarse en una combustión atómica y continua. No, no es una súper nova, ni una roja…, no es una estrella: El mapa galáctico, proyectado en el control de la nave, indica que es un sistema solar. Sí, un conjunto de planetas girando en sus distintas órbitas en torno a una estrella, la más grande y majestuosa y sobre la que aún se continúa investigando si realmente fue la que dio origen a esta inmensa galaxia custom, que, como he comentado, crece y crece por momentos. Es una estrella con tres dimensiones, como todo cuerpo celeste, pero las suyas son únicas y nada tienen que ver con el pragmatismo que mide la física. Tres dimensiones genuinas cargadas de sentimiento: El Look, El sound y el Feel.
Sí, es la estrella en torno a la que gira el sistema solar Harley en el mismo centro de la galaxia.
Hace varios minutos que se ha expandido sobre la panorámica curva de mi nave –viajo a 3 mach de luz- y empiezo ya a distinguir sus planetas: Sportster en un primer término, en el que aparecen visibles sólo dos de sus lunas: Iron y Forty Eight. Me acerco, paso junto a su límite gravitatorio y lo dejo atrás para divisar Dyna; girando en torno suyo, encuentro sus lunas Fat Bob, Street Bob, Super Glide… La perspectiva no me permite ver ninguna más. Después, la trayectoria de la nave me encara frente a Softail, que diviso al otro lado de la estrella Harley, arrastrando en su giro gravitatorio a De Luxe, Black Line y creo distinguir también a la emblemática Fat Boy; pero ninguna luna más, porque en ese momento, se planta, justo delante, con su masa descomunal, el Júpiter de Harley. Es el planeta Electra, ocupando todo el campo de visión que alcanza más allá sus tres satélites que quedan más próximos: Road Glide en un lado, Ultra Classic al otro, y la más pequeña en el centro: Ultra Limited Low. Hacia ella apunto el frente de la nave para que crezca y crezca delante de mí, cubriendo en pocos minutos toda la panorámica que alcanza mi campo de visión. Actúo sobre los controles para aminorar la velocidad, pero no sé qué demonios ocurre: ¡Los mandos de la nave no responden! Me acerco a la superficie, ya distingo alguno de sus cráteres y depresiones, y el suelo de esta luna viene y viene hacia mí. Crece más y más. ¡Se me echa encima! Me agarro al asiento, atenazo mis manos a sus brazos mullidos, clavo las uñas en su piel, desgarrándola, y aprieto los dientes, aplastados por la desesperación, hasta quebrarme las mandíbulas. Me siento presa del terror más espantoso cuando veo lo inevitable abalanzarse sobre mí. ¡Es el Desastre! Un final fatal.
Luego, un fuerte tirón cruzado sobre el pecho y…
-¡Coño, Jesús!
-Es que ha sido el taxista, que ha visto a un cliente levantar el brazo en la acera y ha clavado los frenos. ¿No lo ves?
-Es verdad. Perdona.
En ese momento recapacité, reconocí mi carácter desabrido e intempestivo al despertarme de súbito, y mi reacción destemplada lanzada como un ladrido contra mi buen amigo Jesús Toldini (No Jesús Sanz). Luego, me apeé del coche y enfilé mis pasos hacia el local en el que me esperaba la protagonista de este reportaje. Pero antes de llegar a esa altura de la calle, surgió de repente en mi mente, aún somnolienta, un recuerdo lejano, casi ancestral.