Pruebas Old School: BMW R1100GS “Mamut” de 1995
Hoy inauguramos la sección Pruebas Old School, pruebas de rancio sabor clásico donde las protagonistas no son motos relucientes recién salidas del concesionario. Las motos que van a pasar por esta sección tienen las arrugas del paso de los kilómetros, achaques, caprichos, dolores en las rodillas y alguna que otra pérdida de aceite. Personalidad marcada y mucha historia detrás. Son motos icónicas que significan mucho para sus dueños, con recuerdos en forma de pegatinas, abolladuras o tornillos oxidados. Motos usadas que para otros deberían estar entre algodones camino de un museo, pero que siguen batiéndose el cobre en la carretera, bajo la lluvia o en las carreras. En definitiva probaremos motos con Alma.
Probador: Enrique Vera
Ficha Técnica: 53 años, 90 kg, 1,83 m
Nivel: Amante y usuario de todo tipo de motos, mientras más raras mejor. Piloto de Vespa offroad. (Varias veces ganador del Vespa Raid Maroc)
La BMW R1100GS “Mamut” de mi amigo Nacho Becerra podría estar expuesta en una rotonda, majestuosa y señorial. Pero en una rotonda grande, de las de circunvalación. Terrenos abiertos y campo a la vista. Es como un enorme monolito, sólido e imperturbable en el tiempo. Una moto imponente, la mires por donde la mires. Y si te montas en ella aun más.
BMW siempre ha sido diferente. Su ingeniería alemana le ha dado seguridad técnica, orgullo de no seguir la línea de los demás fabricantes, algo tal vez diluido en los últimos años. En el siglo pasado se reconocía perfectamente una BMW desde cualquier ángulo. Motor bóxer, transmisión por cardán, máxima calidad en diseño y componentes, carácter tranquilo, rutero y trotón. Ellos “inventaron” las maxitrails con la R80 G/S de 1980 al poner en una moto de carretera suspensiones largas, manillar ancho y ruedas de campo, y para sorpresa de todos se convirtió en la mejor moto de carretera de la gama, un éxito de ventas con el enorme añadido de poder viajar a tope de carga por malos terrenos. Una directa invitación a la aventura.
La primera gran evolución de las GS ocurrió en el año 1993 con la aparición de la R1100GS, una profunda adaptación para uso trail de la sport turismo R1100RS aparecida ese mismo año. BMW seguía fiel a sus principios, motos diferentes al resto, y en este caso con una extraña mezcla entre modernidad y tradición, un 100% nuevo motor bóxer refrigerado por aire como protagonista, sobresaliendo por los lados y marcando totalmente la personalidad de la moto, concepto clásico y técnica moderna con culatas de 4 válvulas e inyección. Y en la parte ciclo aún más novedades, prácticamente una moto sin chasis, sistema telelever articulado en el motor, con estructuras delantera y trasera para sujetar amortiguadores y carrocería. Una tecnología revolucionaria que prácticamente pasó desapercibida, algo positivo para acercarse a un público poco amante de revoluciones. Muchos usuarios alababan el soberbio manejo de sus GS sin saber que su moto era el primer intento consolidado de eliminar la horquilla telescópica y su mala costumbre de perder avance en la frenada. Una escueta y muy personal carrocería, con un llamativo guardabarros elevado que canaliza aire al radiador de aceite, un gran depósito de combustible, un ancho manillar, un enorme faro rectangular, dos butacones como asientos y un basculante monobrazo con transmisión paralever por cardán. La llanta delantera tubeless de radios cruzados inauguró la medida de 19” en motos trails con querencia por el asfalto.
Y vamos a la protagonista de nuestra prueba de hoy. Esta unidad de 1995 con sobrenombre Mamut nunca ha sido restaurada. Al menos ha tenido cuatro dueños, con trato intenso. Su apodo no le puede venir mejor. Un animal extinguido, antiguo y con un punto estrafalario, enorme, lento pero seguro. Rejillas y protecciones, rótulos y emblemas, llamativa y señorial a la vez con su gran trompa frontal. Encima suya te sientes como Aníbal cruzando los Alpes...
Conozco esta moto hace mucho tiempo, desde sus dos propietarios anteriores. En sus 124000 kilómetros ha hecho mucho más campo que la mayoría de GS, y no me refiero a pistas suaves… Barro, arena, piedras y grandes pendientes. Su gran robustez la ha protegido. Su envergadura también, con sus 240 kilos largos haciéndose notar en los pasos más complicados. Incorpora neumáticos de tacos Continental TKC 80, escape Akrapovic con un sonido ronco y pausado, defensas de motor con un enorme faro Hella de 4x4 sujeto en ellas, roadbook manual con función portamapas, rejilla de faro y placa portanúmeros en lugar de la cúpula original.
El manejo es muy diferente a sus sucesoras 1200 y 1250 GS. No hay mucho de dinámico en esta 1100. Su comportamiento es más bien como el de un camión, fiable, lento y potente, que a su ritmo llega a su destino por difícil que éste sea. El desarrollo es largo, 4000 rpm a 120 km/h en quinta velocidad, con zona roja en 7500 rpm. Ese es el terreno donde más brilla esta moto. Es una rutera infatigable, sobra motor para dar unas cuantas vueltas al mundo, tan cargado como quieras con sus tres maletas, con pocos elementos que se puedan romper. Me gusta pensar en sus dos pistones, acercándose y alejándose como boxeadores en un combate, a su ritmo, rugiendo sin ruidos raros ni vibraciones, poderoso con sus 80 CV de potencia máxima. El bajo consumo no es una de sus virtudes, los Mamuts necesitan mucho alimento… Al menos su depósito de 25 litros proporciona una buena autonomía. Sorprendentemente el viento no molesta en absoluto a ninguna velocidad, la ubicación y medidas del portanúmeros delantero son perfectas.
En curvas hay que tomárselo con tranquilidad. La rapidez de reacciones no es su fuerte. Las ruedas gastadas y el amortiguador fatigado tampoco ayudan. Lo mejor es que como buena trail no le asusta nada. Está igual de a gusto en una autopista que en una carretera con el asfalto descarnado. Y cuando termina el asfalto sigue avanzando sin importar lo que haya debajo, una moto todo terreno en toda la amplitud de la definición.
La comparación con una moto moderna es una batalla perdida, algo que siempre ocurre cuando hablamos de una clásica. Es cómo querer comparar la pintura con la fotografía, la artesanía con la producción industrial, la comida de la abuela con el restaurante de diseño... Se ha avanzado mucho en casi 30 años de evolución, facilidad de manejo, dinamismo, comodidad, prestaciones, consumo, emisiones... Su atractivo hay que buscarlo en otros valores muy difíciles de medir, sonido, estética, tradición, sabor, significado histórico y personal. Incluso las imperfecciones de las motos clásicas les añaden valor y te aceleran el corazón, en contra de la pulcritud, corrección y eficiencia de muchas motos modernas, con más alma de electrodoméstico que de moto.
A continuación las impresiones de Nacho, su propietario y transformador:
EL CONCEPTO
Tarde primavera, sierra de Cádiz, pistas y asfalto, trazaba curvas en mi antigua XT600 tras mi amigo Henry mientras soñaba con la moto ideal, cada golpe de gas era la banda sonora que hacía bailar flamenco el gusanillo en la tripa, una moto de gran cilindrada, apta para grandes viajes, faro inmenso, depósito enorme y blanco como el mono de Thierry Sabine, sin cúpula, plásticos ni accesorios, lo suscintamente auténtico, gasolina, motor y ruedas,… reminiscencia de los cromos que aún conservo de Gaston Rahier, superlativa sin florituras, aún tengo en la retina aquel contraluz de primavera donde la visualicé nítidamente, sin existir en el mercado.
LA MOTO
El Mamut, bautizada así por grande, pesada y antigua, sus dimensiones, ángulos y curvas me evocan al prehistórico animal, salvaje, fuera de su tiempo, vestigio extinto al que ya nadie venera, del que ya no se miden sus proezas ni logros. Ahí radica mi nostálgico gusto por ella, mi oscura atracción por ese limbo en el que quedan los grandes diseños, tras miles de horas de ingeniería que lograr resultados legendarios que el efímero éxito comercial actual dejan empolvados en un garaje bajo una vieja manta.
Suena bien, quizás si os digo la verdad, es la que me podía permitir y venía de la mano de un gran amigo, esto siempre ayuda a disolver los miedos a averías en cunetas insospechadas, nos autoconvence y fortalece el hilo argumental de comprarla, donde con sonrisa de medio lao nos imaginamos triunfales como anuncios de perfume al compás de Ismael Lö, y de repente, ahí estaba yo, montado en una moto con las marchas más largas que el resfriado de Eros Ramazotti, con esa risa tonta que desborda lágrimas dentro del casco, dejando atrás incontables farolas borrosas por las calles de Sevilla. Desde aquella noche, me ha dado más aventuras que problemas, compañera infatigable, como las buenas amistades, da más de lo que pide, su noble potencia es una eterna invitación a los viajes de aventura.
EL DISEÑO:
El uso hace la norma, honestamente no responde a un plan de diseño con horas de café y ordenador, su estado actual es fruto de modificar lo que ha ido resultando más cómodo para el uso personal con la óptica dakariana que me hace latir más deprisa.
Primero fueron las ruedas, que mixtas para uso mixto se quedaban cortas para su tonelaje, le sucedieron eliminar la cúpula para evitar lesiones en cuello y cara en las caídas. Participar con ella en pruebas como Veteranas Offroad requerían colocar un dorsal y a la ausencia de cúpula y tapas laterales bajo los asientos requería incluir un portanúmeros, para ello elegí un Mauer norteamericano respetando el color por cilindrada,…al mamut le correspondía el blanco. Un Akrapovic por hilo musical.
Su equipamiento adicional es tan práctico como sencillo:
Un porta roadbook de la mano de PACHMOTOR, un soporte para GPS, toma de corriente con salida a 12 V y dos tomas USB, cableado externo para arranque con batería auxiliar y un potente faro lateral Hella para mejorar la conducción nocturna.
En cuanto a protecciones se limitan a las defensas para evitar dañar los cilindros, la rejilla para el faro y unos sencillos paramanos.
Y llegamos al fin de la prueba de una moto única, singular e irrepetible. Con carencias y defectos, pero para su propietario con una virtud que oscurece a todos ellos: Es su moto, la que monta cuando quiere, sin tener que soñarlo. La mejor moto de todas.
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