Un campeonato nacional para aficionados: La Mac90 - t8

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La Mac90 es una carrera diferente, tal vez única:
   
Cuando se viven noches completas en vela. Noches de café, bolígrafo y un temario como el Mamotreto medieval sobre la mesa. Semanas enteras con la mente sumergida en las fórmulas algebráicas, los códices legales o los áridos textos de la Administración. En medio de ese continuado sacrificio de la mente, una mirada anhelante y furtiva al mono de piel que asoma por la puerta entreabierta por un deliberado descuido. ¿Quién iba a decir al estudiante u opositor que puede darse un respiro con toda la carga eléctrica de una auténtica competición dentro del circuito en el que ve correr a su piloto estrella?
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Cuando sesenta horas semanales invertidas tras una mesa y frente a una pantalla, cuando en casa esperan cada día tres guerrilleros del hogar, el mayor con cinco años, además de un sinfín de números domésticos por cuadrar, y cuando por fin llega la noche para caer rendido sobre una almohada y trasladarse suspendido en un espacio sin tiempo hacia ese fantástico sueño que se repite cíclicamente y que le lleva pilotando a lo largo del circuito en el que cada domingo anhela y envidia la suerte de los grandes de la moto, ¿quién iba a proponerle, en un día que hubiera despertado con el mágico sabor de ese sueño, hacer una carrera de verdad en ese mismo templo de la velocidad?
   En ese momento en el que el contador de la vida pasa de sumar los años transcurridos desde el principio a restar los que faltan para el final, a esa edad en la que el vértigo de una existencia cuesta abajo engendra una sorda depresión en el interior y marca el exterior con la expresión de la crisis más tópica en la vida del hombre, la de los cuarenta o la de los cincuenta, ¿a quién se le ocurre hacer su primera carrera, su primera carrera de motos? 
Ahí está la Mac90. 
Autor: Tomás Pérez

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