Los Hurtos en los Circuitos
Un tema del que causa rechazo tan sólo pensarlo, mucho más tratarlo, pero que sobre todo provoca la vergüenza de cualquiera que sienta dentro de sí ese profundo espíritu de compañerismo que ha protagonizado siempre las relaciones entre motoristas.
LOS HURTOS EN LOS CIRCUITOS
-¿Habéis visto mi bidón de gasolina?
-No sé. ¿Cuál dices?
-El mío, el naranja pequeño. ¡Estaba lleno!
-¡Ah! Pues no, no lo he visto.
Después de recoger y dejar completamente diáfano el box, el bidón en cuestión no apareció. Era el colofón a una rodada en Albacete, el circuito que más frecuento, y que me dejó meditabundo durante todo el camino de vuelta a casa.
Lo cierto es que, hasta entonces, tan sólo había echado en falta uno de esos tapones que cubren la bola sobre la que engancha el remolque; algo de poca importancia, desde luego, y que nunca estuve completamente seguro de que hubiese desaparecido en el paddock. Aparte de eso, nada más… ah, sí –casi lo había olvidado-: hacía tiempo, un simplón taburete moldeado en una pieza de plástico, que servía a mi hijo para asomarse al lavabo, cuando era un pequeñín, y a mí después para trabajar sentado en cuclillas en cualquier tarea del box sobre la moto. Lo había dado simplemente por perdido en un posible despiste provocado por esa nube mental que deja tras de sí una carrera.
Sin embargo, a raíz del caso del bidón desaparecido, la tesis del despiste para el taburete se esfumó como una ingenua conjetura; y ya no me cupo ninguna duda de que aquella pieza de escaso valor en la tienda, pero de entrañable recuerdo para el que escribe, fue hurtado por una mano miserable capaz de arrebatar con ansia zoológica la golosina de un niño.
Tras aquel despreciable suceso del bidón -no hará ni siquiera medio año- empecé a interesarme por el caso y su posible propagación a otros compañeros, por otros boxes, otras tandas y otros circuitos.
Efectivamente y como me temía, no se trataba de un hecho insólito. Al comentarlo, nadie se extrañó, y, lejos de parecer una rareza, el caso del bidón, por desgracia, se reveló para un servidor como moneda corriente traducida en calentadores, caballetes, móviles, herramientas y también, claro está, carteras con sus correspondientes tarjetas, documentaciones y dinero en efectivo.
Nunca se me habría pasado por la cabeza que, con el compañerismo del que siempre nos jactamos y que engendra la envidia del resto de la sociedad, podría darse con acostumbrada frecuencia estas situaciones tan vergonzosas. No es que sólo sea un ingenuo, es que hay veces que tengo la impresión de venir de otro planeta.
La cuestión es que en poco tiempo recogía un pequeño y lamentable ramillete de situaciones de este tipo; aunque bien es cierto que, ciñéndonos al espacio del circuito de Albacete, tampoco es que se hubiese creado una sicosis entre los habituales de este recinto; sino más bien una cierta precaución con los objetos y enseres que se dejaban, sobre todo, en las proximidades del umbral de cada puerta trasera.
He comentado posteriormente el asunto con amigos que fecuentan otros circuitos a los que yo acudo sólo de forma ocasional –un máximo de dos veces al año- y me han descrito una sensación general semejante a la del circuito de Albacete: Precaución sí, pero tampoco sicosis. Los objetos a la vista bajo cierto celo, pero tampoco con la vigilancia de una joyería en un barrio machacado por los atracos.
Pero caso aparte parece ser en este feo asunto la que pomposamente llaman "Catedral" de nuestro deporte por ser su cabeza en popularidad dentro y fuera de nuestro país. Parece ser -insisto y subrayo en que parece ser- que también es la primera en este triste ranking.
El caso es que hace dos semanas viajé a Jerez para participar allí en la última carrera de la Mac90. Suelo ir a esta pista, muy a pesar mío, tan sólo una vez al año, a lo sumo dos, y antes de ponerme en marcha, ya había hecho algún pequeño sondeo sobre este desagradable tema. A priori, Jerez se confirmaba como el recinto líder del asunto que hoy tocamos; aun así, a pesar de esta casi certeza, preferí relajar la guardia y atribuir ese énfasis a la afamada exageración andaluza, tomando así, con cierta flema, el posible panorama que fuera a encontrarme.
Cuando llegamos a la barrera que franquea el paso al paddock del circuito, me llamó la atención el especial celo que ponía la persona del control al revisar nuestras acreditaciones, incluso una inexplicable reticencia a levantar la barrera. Efectivamente, se habían extremado los controles de paso con respecto a otros años, que ya entonces también resultaban bastante más complicados que el campechano y acostumbrado saludo a mano alzada, sin detener el vehículo al paso por la cabina de control.
Para esta ocasión, teníamos reservado un box para dos equipos durante los dos días de entrenos y carrera. Nuestro dinero nos costó: 150€, como los que entregamos en el mostrador de la oficina.
Lo cierto es que durante la primera jornada y más de la mitad de la segunda vivimos aislados del problema manteniendo cerrada la puerta trasera del box, incluso me olvidé de ello hasta que, una hora antes de la carrera, se presentó en el box un buen amigo, lugareño de la zona y fiel asiduo del circuito; y minutos antes de tomar la salida, recordé el asunto de los hurtos, sobre todo con la falta de control que se crea en el box teniendo a toda la gente pululando por el muro o revoloteando por el pit lane. Pregunté a mi amigo cómo se vive realmente este asunto en Jerez.
Su respuesta, en forma de descripción, simplemente me dejó sobrecogido.
-¡Ah, no. No! Cuando yo vengo a rodar, la mayoría de las veces lo hago solo, y entonces, si no he hecho amistad con los que están a mi lado o, simplemente, ruedan en la misma tanda que yo, quito los calentadores a la moto con el mono, el casco y los guantes puestos; quito los caballetes, recojo todo junto con las herramientas y lo demás y lo echo en una bolsa grande que traigo preparada. Rápidamente la saco del box para meterla en el furgón y vuelvo corriendo para salir echando leches a la pista, antes de que se enfríen los neumáticos.
Tomás Pérez
Posterior añadido.
12 de noviembre de 2012
Esta editorial fue publicada el pasado viernes, 9 de noviembre, por la noche. A la mañana siguiente, no más tarde, al sábado siguiente a nuestro compañero Sergio le fue hurtado un caballete trasero en el box que le correspondió durante la rodada a la que asistió ese mismo día en el circuito de Jerez.