Algo está cambiando
Este editorial se detiene en una serie de signos que delatan el importante avance del mundo de la moto, popularizándose cada vez más en todos los sectores mercantiles, laborales, docentes y sociales en general (Sigue Leyendo).
Encendí la radio en la cocina, como tengo por costumbre cuando me enfrasco en cualquier faena culinaria, por pequeña que sea; y aquella noche lo hacía, igual que siempre, más por tener un ruido que me acompañase mientras me preparaba la cena que por el interés que despierta en mí la crónica política o el partido de turno –¡cuándo no es fiesta!- que secuestra la atención de medio país, o del país entero, véase cada caso.
Dos minutos más tarde, una subida de la señal, con la habitual estridencia que acompaña a los anuncios más impertinentes, cerró mis entendederas en una reacción automática de mi subconsciente, interiorizada por el rechazo que me provoca el allanamiento de la intimidad que se permite la publicidad sin que ni siquiera se lo hayan sugerido. Continué cacharreando, y mientras observaba la cocción de unos tristes espaguetis, una palabra mágica abrió de repente la compuerta con la que había cerrado mis sentidos. En el instante siguiente, orienté el oído hacia el transistor como una antena parabólica.
La palabra sonó en plural y la frase que la contenía decía: “Si te gustan Las Motos grandes…”. Permanecí quieto, paralizado, para no perder ni el más mínimo matiz del mensaje y para preguntarme a mí mismo, también, si lo que estaba escuchando no era fruto de mi ilusa fantasía, de mis deseos de que algo así empezara a ser moneda corriente en las ondas. La entidad anunciadora: Motos Capital, uno de los dos concesionarios Harley Davidson de eso precisamente, de La Capital de España. Aquella noche me fui a la cama tan sorprendido como encantado, aun así con cierta duda sobre si aquello hubiera sido un mero experimento de marketing, una prueba de efectividad publicitaria. Sin embargo, a la misma hora del día siguiente, volví a escucharlo, incrustado en un espacio de emisión local; sí, local, pero local de una ciudad como Madrid nada menos. Así fue, en medio de las recomendaciones que proponen operadoras de telefonía, bancos electrónicos, compañías energéticas o aseguradoras de cualquier cosa, emerge, como una extraña seta otoñal, el anuncio de una tienda de motos, invitándote, como quien no quiere la cosa, a probar toda la gama de una marca como Harley Davidson.
Una semana más tarde de aquello, la radio me acompañaba otra vez en la cocina, en esta ocasión a mediodía y en emisión nacional, aunque eso sí: con la misma tarea esperando sobre la encimera. Sería probablemente por mi deseo de repetir ese momento de velada ilusión, o quién sabe por qué, el caso es que dentro de mi subconsciente latía una pequeña alerta; una alerta que aquella mañana se activó al instante, al escuchar el nombre de una marca de motos. Ésta es menos legendaria, sí, pero no menos extendida por todo El Planeta. Kymco anunciaba una oferta relacionada con su seguro y la compra de cada moto, o algo semejante. Lo cierto es que no recuerdo muy bien en qué términos ni con qué ventajas, la verdad, porque la información que relataba el anuncio quedó eclipsada por el resplandor que proyectó dentro de mí el simple hecho de escuchar otra marca de motos anunciándose en el mar de firmas, campañas y emblemas sonoros que inunda los medios de difusión general.
Pero ahí no quedó la cosa, y hace algunas noches, vino a sumarse un caso más de publicidad sobre dos ruedas para acrecentar mi entusiasmo. Sí, volví a escuchar otro nombre mágico del mundo de La Moto que terminó de dejarme pensativo para finalmente empujarme a escribir este editorial. El nombre era el de una persona, un piloto ya de leyenda, manager de los más cotizados en la actualidad. El spot presentaba a Sito Pons como un aval de popularidad, o cuando menos conocido, para cualquier oyente, aficionado o no, o no en absoluto, al mundo de la Moto, además y para remate, en una franja horaria entiendo que de la mayor audiencia (sobre las 22:30). Sito no anunciaba ni una marca, ni siquiera un producto relacionado con las dos ruedas, sino que se trataba de una recomendación para los ahorradores, o inversores, que le escuchasen, aunque no se hubieran subido siquiera en una bici por una vez en su vida.
Probablemente estas tres agradables sorpresas que me han llegado a lo largo de las últimas semanas no llamen la atención de una buena mayoría de nuestros lectores, y ni mucho menos las encuentren motivo de celebración. Precisamente para ellos en especial va dirigido este editorial, para llamar su atención e invitarles a valorar estos tres anuncios como un verdadero hito en el avance social de La Moto en nuestro país. Estos tres casos son una muestra de las cotas de popularidad ciudadana que empieza a tomar La Moto, más allá de la mera repercusión mediática que a día de hoy alcanzan las carreras y sus protagonistas; una muestra de que La Moto empieza a tomar cada vez más presencia en el día a día de la calle, de la carretera. Que empecemos a escuchar anuncios en la radio, a nivel nacional, dedicados a la Moto representa un avance de significativa importancia, por ejemplo, para que se nos tenga un poco más en cuenta por todos los conductores, por los transeúntes, por la ciudadanía en general, por las empresas y finalmente por las administraciones.
Después de tantos años jugando un papel subsidiario en la calle, e insólito en la carretera, un papel en buena medida marginal a nivel social, le aseguro al lector que escuchar estos anuncios a más de uno, como un servidor, si lo piensa detenidamente, puede llegar incluso a emocionarse de pura satisfacción. Después de sentirte casi un proscrito, cuando no directamente un chalado, al sufrir los comentarios lacerantes que vertían las lenguas más pusilánimes y conservadoras –que eran la mayoría de las que se pronunciaban décadas atrás-, escuchar el anuncio de Capital, concesionario de Harley, como oferta para una afición comúnmente entendida; el de Kymco como propuesta práctica para el desplazamiento diario, o de una de nuestras Estrellas, Sito Pons, ofreciendo su nombre como aval nada menos que para inversionistas y ahorradores, os aseguro que es para celebrarlo. Efectivamente, podemos estar de enhorabuena porque Algo está cambiando.
¡Ah! ¿La emisora?
Sí, por supuesto, no podemos dejar en blanco su nombre:
La Cadena SER.
Tomás Pérez