Suzuki Intruder C1500T. Prueba a Fondo.

Escrito por Tomas Perez, Sergio Hidalgo y José Angel Lorenzo el . Publicado en El Rincón grasiento Categ

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A este rincón grasiento llega la Intruder 1500, te ofrecemos algo más que una prueba, una visión en tres dimensiones de este hierro japonés de piel negra. (Sigue Leyendo)

 

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Probador 1: José Angel Lorenzo

Ficha: 42 años, 74 kilos, 1,70m

Nivel: Adicto a la Kustom Kulture y a los kilómetros sobre hierros.

Tenía ganas de rutear pero el invierno es muy cruel para un motero, sobre todo para los que nos gusta tragar millas. Me voy haciendo mayor y si ya se me hace duro subir a las montañas a patear sus rutas nevadas, escuchando el crujir del hielo y la nieve bajo mis crampones, cabalgar moto entre las inclemencias del tiempo me cuesta poco a poco cada vez más. Tal vez no son los años, creo que la semilla de la comodidad ha florecido mucho últimamente en mí.

Por todo esto cuando surgió la posibilidad de probar la Suzuki Intruder C1500T me sentí aliviado, una Cruiser con vocación Touring, un concepto más que agradable para plantearse consumir kilómetros. Custom y Suzuki es una combinación muy evocadora para mí, la primera moto Custom que tuve fue una Suzuki Savage; el traqueteo de aquel monocilíndrico todavía resuena en los rincones de mi memoria, curiosamente tenía pantalla, algo que no he vuelto a tener en una moto de mi propiedad y que hoy en día no me gusta, pero claro, estamos en invierno y mi metro setenta de zanganería tenía ganas de moto, pero detrás de una pantalla que me dé cuartelillo. Afortunadamente me topé con una moto que monta una que tiene bastante bien solucionado el asunto de las turbulencias que se forman por encima de ella, esas puñeteras vibraciones que inciden en el casco como si un camarero quisiera hacer un cocktail con tu cerebro. En ese sentido es de las mejores que he podido probar, eso sí, ten en cuenta que aquí se repite una costumbre de las marcas en sus modelos Custom: va anclada a la horquilla.

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La Intruder pesa 363 kilos en orden de marcha, una cifra considerable, no obstante me sorprendió un poco al moverla en “parado” y casi me cuesta creer que el aparato tenga ese peso, ojo, no digo que sea una bicicleta, es una moto pesada, pero os aseguro que no es mi fuerte bailar con las motos en las aceras y en este caso no pensaba que estaba manipulando una moto que pasaba ampliamente de 300 kilogramos. Esta apariencia de mayor ligereza me la encontré también en las curvas lentas, perfilé bastantes de éstos giros en los puertos entre Madrid y Ávila por los que decidí navegar con ella, en estos trazados pude apreciar una característica de la Japonesa: tiene unos desarrollos tan largos que llega un momento que parece que llevas un cambio automático, como un Scooter… perdonadme la blasfemia, pero precisamente animado por esta percepción puedes dejar que el motor baje demasiado de vueltas, entonces su suavidad se desvanece para dar paso un traqueteo que pide urgentemente un desarrollo menor, bájale un hierro a la caja de cambios porque de bajos no anda sobrada. Para definir su salida en parado te diría que de las varias opciones que puedes encontrar en el mundo de la Kustom Kulture, las carreras de Dragsters es una de ellas, pues bien, la filosofía de esta moto está en las antípodas de ese tipo de competición. Ni está concebida para ser la reina de los semáforos ni creo que su dueño tenga intención de ello. En cualquier caso en la prueba dinámica tendréis más detalles.

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La Intruder está concebida para tragar millas a ritmos tranquilos pero largos, llegué a conseguir una autonomía que 260 kilómetros hasta la reserva del depósito de gasolina, este tanque tiene una capacidad de 18 litros y logré unos consumos de 5,8 a los cien, mejorables si eres habitual de las eficaces pero anodinas autovías.

El puerto de la Lancha es uno de esos parajes solitarios que me resulta especialmente agradable, está coronado por molinos de viento y al bajarlo dirección Villacastín te cruzas con la poco frecuentada carretera que une Ávila y El Espinar. Es un cruce perfecto, formado al encontrarse dos largas rectas configurando ángulos de 90 grados y justo en medio del ancho valle. Me suele hacer gracia parar allí un instante antes de seguir la ruta, siempre que lo hago se me vienen a la memoria secuencias de películas que tratan de citas con el diablo en cruces de camino, y siempre me hago la misma pregunta, con la cantidad de sitios dignos del Diablo ¿porque narices habrá que irse a hacer puñetas, a un cruce comarcal, para citarse con él? Sumido en mis absurdos y frikis pensamientos apuro un cigarrillo mientras observo la negra figura de la Intruder… negra, negrísima. Salvo faro, tapas de cilindros y poco más, el negro es el color que domina, hasta las colas son totalmente negras. Esto te da una ventaja en el tema de los materiales: cuando usas plástico para imitar el metal, tienes un mejor resultado si lo que pretendes aparentar no es el cromado.

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Exactamente por el mismo camino que había traído yo, a lo lejos, se empezó a dibujar la figura de un coche, ya éramos dos los que rompíamos la solitaria rutina del lugar. Pensé que tal vez y después de tantas veces que había pasado por allí, el Diablo acudía a la cita. Lenta pero inexorablemente el vehículo se acercaba, no parecía tener prisa por llegar al cruce, finalmente alcancé a ver que se trataba de un Renault 4 – ¡pues vaya!– murmuré sonriendo – en las pelis americanas estas situaciones tienen más glamour. Intenté calcular los años que tenía el R4 y finalmente llegué a la conclusión de que los tenía todos. Se detuvo a mi altura y paró el motor, contuve la respiración víctima de los cuentos que yo mismo me he inventado todos estos años sobre ese cruce. Se abrió la puerta del conductor y se bajó un señor bajito con una gorra de Agroman y una ropa de trabajo, que madre mía, trabajo costará quitarle toda la roña que portaba. Me miró de soslayo y se dirigió a la cuneta opuesta para evacuar sus líquidos sobrantes. Definitivamente el diablo de los yankis mola más. Acabada la operación volvió al coche sin quitar la vista de mi Suzuki, puso en marcha su chatarra y se largó, mientras ocurría todo esto yo le miré como las vacas en los prados observan los trenes pasar.

Me encantan los momentos surrealistas que a veces me ofrecen las rutas en moto.

Me fui de allí, pero no como alma que lleva el diablo, ¿para qué? No creo que un Renault 4 sea más rápido que la Intruder…

Me divertí curveando, retrasando el momento de hacer ruta por vías rápidas, comprobé que los frenos no son para hacer alardes ni grandes apuradas de frenada, tampoco creo esas que fueran las premisas, sobre este apartado tengo claro que a este tipo de motos les viene muy bien un ABS, aunque en este caso no existe esa posibilidad, ni si quiera como opción.

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Esta moto es tan suave en su funcionamiento que hasta el cardan no parece un cardan, eso sí, no tener que preocuparte de engrasar la cadena de transmisión sí que te recordará que tienes un cardan y no una cadena.

Los más grandotes no se encontrarán mal, el manillar del tipo cuernos de vaca es bastante ancho sin que ello suponga un problema, en especial para los acostumbrados a las motos Custom. Ya os he dicho que no soy muy alto y me he encontrado muy a gusto en ella, reposando los pies en sus plataformas con unos mandos un tanto avanzados, montando un cambio punta-tacón que siempre le da ese saborcillo de vieja escuela.

Si te gusta tragar kilómetros y ya te mueves en una Custom pequeña esta es una opción razonable para el dar el salto a un hierro más grande, con un mantenimiento bastante bajo y un precio de 13.500€.

José Angel Lorenzo

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